Rubéola
¿Qué es la rubéola?
¿Cuál es su causa?
Se transmite entre personas a través de estornudos, tos o el contacto con superficies contaminadas (pañuelos, vasos, o manos). La posibilidad de que una persona no vacunada adquiera la enfermedad si convive con alguien que la tiene es del 90 por ciento. Cuando el virus se introduce en el organismo, pasa a la sangre atacando a los glóbulos blancos, que a su vez transmiten la infección a las vías respiratorias, la piel y otros órganos. Una vez que se padece la enfermedad, el paciente adquiere inmunidad permanente, por lo que no vuelve a ser atacado por el virus. Un bebé infectado antes del nacimiento puede ser contagioso durante muchos meses después de nacer.
El periodo de incubación de la enfermedad (tiempo que transcurre desde que se entra en contacto con una persona enferma hasta que comienzan a desarrollarse los síntomas) suele oscilar entre dos y tres semanas. A su vez, una persona infectada por el virus de la rubéola puede transmitir la enfermedad a otras personas dos días antes de que los síntomas se muestren, no desapareciendo el riesgo de contagio hasta una semana después de la aparición de los signos de la enfermedad.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los niños por lo general presentan pocos síntomas, mientras que los adultos pueden presentar fiebre, dolor de cabeza, indisposición general (malestar) y secreción nasal antes de la aparición de la erupción cutánea. Es posible que no noten los síntomas.
Otros síntomas pueden incluir:
- Hematomas (raro)
- Inflamación de los ojos (ojos inyectados de sangre)
- Dolor muscular o articular
Los síntomas comienzan entre los 14 y los 21 días después de la infección. La rubéola se caracteriza por la aparición de pequeñas erupciones en la piel de un color rosáceo que se inician en la cabeza y progresan hacia los pies, haciéndose más intensa en el tronco, que no provocan picores ni molestias y suelen desaparecer en pocos días. Las erupciones suelen mostrarse uno o dos días después del contagio. Junto a las manchas rojizas, los síntomas de la rubéola son bastante similares a los de un síndrome gripal, con malestar general, fiebrepoco intensa, enrojecimiento de los ojos, dolor de garganta (faringitis) e inflamacióndolorosa de ganglios alrededor de la nuca y en la región posterior de las orejas.
Mientras que en los niños la rubéola suele revestir escasa gravedad, acompañándose algunas veces de otitis (infecciones de oídos), es más frecuente la complicación de la enfermedad entre los adultos que la padecen, que pueden sufrir otras patologías más graves provocadas por bacterias, como neumonía o encefalitis (en uno de cada 1000 casos). Esta última consiste en una infección que afecta al cerebro y conlleva un riesgo inmediato de coma, retraso mental a largo plazo, epilepsia e incluso muerte del paciente.
¿Cómo prevenir?
Es conveniente la vacunación de aquellos adultos que no recibieron la vacuna en la infancia, porque esto contribuye a disminuir la incidencia de la enfermedad, lo que resulta especialmente importante en mujeres en edad fértil. En ocasiones la rubéola no presenta síntomas, o estos son muy similares a los de otra enfermedad, como el sarampión, por lo que para comprobar si una persona está inmunizada se debe realizar una prueba que detecte la presencia en suero de Ig G (ig G + por ELISA) y, si el resultado de la prueba es negativo, significa que puede contraer la enfermedad y debería recibir una dosis de la triple vírica.
Las mujeres embarazadas no pueden vacunarse contra la rubéola (de hecho, se debe evitar la concepción hasta tres meses después de la administración de la vacuna), por lo que, si carecen de anticuerpos (defensas) contra la enfermedad, es imprescindible que eviten el contacto con cualquier persona que pudiera estar infectada.
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